miércoles, 8 de septiembre de 2010

La Mirada



Al principio fueron ojos que miraron a otros ojos como anzuelos de luz apenas intuída. Con esta frase comencé un relato inacabado, de esos que mueren en los andenes de via muerta de la estación del olvido. Porque los ojos son ventanas, las ventanas del alma, y así como permiten ver el mundo, permiten entrar en el otro, adentrarse en sus misterios, atisbar el alma que habita tras visillos de colores.

Cortázar en Rayuela enseñaba que si dos caras se acercan lo suficiente, los ojos del otro se funden en uno. Nos volvemos cíclopes y eso a veces nos asusta. Aquellos que conocen el rostro de Januman, suelen fijarse en sus ojos. Yo me miro con frecuencia en el espejo, no por narcisismo, más allá de las rutinas de la higiene personal. Me acerco hasta el cristal para diagnosticarme en ellos. En la corona del iris me enfrento a mi verdad y en el azogue negro de mi pupila, un minúsculo Januman observa reflejado al que refleja. No hace falta hacerse preguntas, los ojos son siempre una pregunta engarzada en nuestra cara.

Cambian con el tiempo, con el paso de los años. Aquellos que estamos en contacto con niños sabemos bien de esa luz y transparencia del inicio, cuanto todo se ve como algo nuevo, cuando el mundo está por estrenar, y la rutina no ha sobado y convertido en anodinos los colores y las formas. Nuestra mayor tragedia es que apenas recordamos lo que vimos cuando de verdad sabíamos mirar. Quien pudiera recuperar su primera ola, su primera lluvia, su primera flor o mariposa, con esos ojos absortos que sabían contemplar el milagro de la vida. El tiempo nos opaca la mirada, nos cambia el color, perdemos ese brillo de luciérnagas y nos deja una noche de infancia ciega, iluminada por el flash de algunas fotos que apenas conseguimos revelar.

Cuando uno mira el ábum de fotos de su vida, suele reparar en los detalles: dónde estaba, cómo iba vestido, quién me acompañaba...Pero si ponemos el foco en nuestros ojos, aparece un itinerario del alma que puede corresponderse o no con el fondo aparente. Esa foto de primera comunión, la excursión del instituto, una noche de marcha, el primer amor, reuniones de trabajo, la foto de la boda... No siempre existe coincidencia, nos enseñan a ponernos velos, sombra de ojos en tonos de cinismo o convención, para ser felices sin serlo, para divertirnos en el tedio, para filmarnos para sí y para el mundo la vida que se espera que vivamos.

Asomarse a tus ojos o a los ojos del otro es asomarse a un pozo. Más allá del brocal de los párpados se esconde el reflejo oculto del acuífero de nuestra vida, las emociones que ha absorbido nuestro cuerpo, las visiones que han calado en nuestra mente. Hay pozos estancados, de gente que vive muerta, miradas turbias que inyectan tiniebla, aguas fecales que infectan el aire. Miradas de ira, de deseo, de soberbia, de infinita soledad, miradas vueltas en si mismas... Miradas.

Vivir, luchar porque tus ojos sean linternas que te guíen y guíen en la noche, embellecidos por arrugas de expresión, sin miedo a ser mirados. No crean que es fácil, sobretodo cuando uno no sabe o no puede ir de farol. Mirada de póker la llaman. Aquellos que nacimos transparentes, nunca ganaremos las partidas del mundo. Nuestras cartas se reflejan en los ojos. No importa, mejor perder alguna apuesta que romper nuestra mirada de cristal.

Luego están los ojos del otro, capaces de sembrar la alegría o el dolor. Por encima de los besos, por encima de la unión sexual, en cuyo culmen solemos cerrarlos, están esos momentos mágicos en que dos pares de ojos se entregan sin hablar, con el brillo del aliento del otro en las mejillas. Mirarse en otros ojos sin miedo y sin afán de posesión, pozo con pozo, bebiéndonos a sorbos.

Pero no es fácil, arrastramos cementerios de miradas sin billete de vuelta, de miradas cómplices que nunca llegaron a ser tacto. Un vagón de metro, una sala de espera o una reunión son un diagrama de miradas esquivas, de íntimos anhelos que nadie verá, y si las ve, apartará de su existencia al poco rato.

Si me leen, sus ojos están mirando una pantalla. No nos vemos, y así yo les cuento lo que probablemente esquivaría de tenerlos cara a cara. Nos daríamos abrazos o besos sinceros, pero quién resiste una mirada largo tiempo, mirando y dejándose mirar sin parpadeos de pudor o de prejuicios.

Dejo para el final los ojos más intensos, los del llanto, cuando las lágrimas nos retornan para bien o para mal al brillo de la infancia. A veces la vida nos otorga su mejor regalo: que aquel por quien las derramamos nos las seque a besos. Las más, nos riegan soledad por las mejillas, pero nos purifican de tanta mirada opaca, de tanta ceguera y hastío.

¿Cuál es el secreto de sus ojos? Ese que otros no ven, ese que les mira en el espejo de su soledad. El mio tiene hoy color de renuncia, de añoranza y soledad, y un Januman negro en la pupila que me dice: ojos que no ven, corazón que no siente.

Januman en
http://casadecitas-januman.blogspot.com/2009/10/ojos.html

6 comentarios:

  1. Pepín, "O Rei do Copy/Paste", al menos cita la fuente:
    http://casadecitas-januman.blogspot.com/2009/10/ojos.html

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  2. Tienes razón, quité las canciones y con ellas la firma del dios mono (Januman)

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  3. Pepín te pillaron, ¿siempre haces copia y pega o has escrito algo original? ¡¡vaya morro!!! buuuu nenuuuuu

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  4. ¡Buuu fuera! ¡Plagiante! ¡Sinvergüenza!

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  5. Cuidadín con el corta-pega, no nos pase como a otros: http://www.periodistadigital.com/periodismo/internet/2010/09/07/el-mundo-today-cuatro-publica-noticia-falsa-web-purocuatro-ipod-musica-mierda.shtml

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  6. Pues no estaría mal, tu nuevo ipod se autodestruirá en 30 segundos si no borras la barbacoa del Giorgi Dan este.

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