viernes, 29 de enero de 2010

J. D. Salinger


Jerome David Salinger (Nueva York, 1 de enero de 1919 – Cornish, Nuevo Hampshire , 27 de enero de 2010).

1 comentario:

  1. R. D. 2
    Windsor, Vermont.
    19 de julio, 1957

    Estimado Sr. Herbert:

    Trataré de explicarle mi postura en relación con los derechos de adaptación de El guardián entre el centeno. He repetido las mismas palabras unas cuantas veces, de modo que le ruego que trate de ser comprensivo si le parecen poco sentidas. En primer lugar, es posible que un día se vendan los derechos. Dado que existe la ineludible posibilidad de que no muera viejo, juego seriamente con la idea de legar los derechos a mi mujer y a mi hija como una especie de seguro de vida.

    Me complace sumamente, sin embargo, debo añadir, saber que no veré el fruto de esa transacción. Insisto en ello una y otra vez y nadie parece estar de acuerdo, pero El guardián entre el centeno es una novela muy “novelosa”. Hay escenas muy cinematográficas, sólo un idiota lo negaría, pero en mi opinión el peso del libro se apoya sobre la voz del narrador, sus infinitas peculiaridades, su actitud extremadamente personal y perceptiva hacia su lector-oyente, sus comentarios sobre arco iris de gasolina en charcos callejeros, su filosofía o su manera de mirar a las maletas de piel y las cajas de pasta de dientes vacías... en una palabra, sus pensamientos.

    No puede ser separado legítimamente de su narración en primera persona. Es cierto que si se fuerza esa separación, queda material suficiente para algo llamado “excitante tarde en el cine” ―o quizá sólo “interesante”―. Pero encuentro la idea odiosa o, al menos, lo suficientemente odiosa como para persuadirme de vender los derechos.

    Muchos de sus pensamientos podrían, por supuesto, convertirse en diálogos o en algún tipo de altavoz de flujo de conciencia, pero si digo “convertir” es por algo: lo que piensa y hace de forma tan natural en su soledad en la novela, sobre el escenario sólo podría intentar “pseudoimitarse” ―si es que existe esa palabra, espero que no.

    Por no hablar, que Dios nos ayude, del inconmensurable riesgo de la interpretación. ¿Ha visto usted alguna vez a un niño actuar correctamente sentado con las piernas cruzadas sobre una cama? Apuesto a que no. Y Holden Caulfield, en mi subjetivísima opinión, es esencialmente imposible de interpretar.

    Un Joven Actor Sensible, Inteligente y Brillante con un Abrigo reversible no sería suficiente ni de lejos. Haría falta alguien con X para conseguirlo, y ningún joven , incluso si tuviera X, sabría lo que hacer con esa X. Y ningún director sabría explicárselo, debo añadir.

    Lo dejo aquí. Me temo que lo único que puedo decirle es que estoy totalmente convencido al respecto, por si acaso no se había dado cuenta aún.

    Gracias en cualquier caso por su amistosa y altamente inteligible carta. La mayoría del correo que recibo de productores es infernal.

    Sinceramente,

    J. D. Salinger

    Pues eso.

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