jueves, 10 de diciembre de 2009

Un músico de jazz denuncia a un espectador por no escuchar



Barry Fochs despertó en el calabozo, tras una noche de putas, resaca & locura. "Demasiado vodka barato entre tema y tema", pensó. Esto no venía a cuento, pero los periodistas somos así de perras. No habérmelo contado...

Tras medio siglo en la primera línea del jazz más creativo y del alcoholismo más destructivo, y próximo a su jubilación como músico en ejercicio, que no como alcohólico, el fundador del influyente grupo de jazz rumano Jorova Quartet no se había visto en nada parecido a lo vivido una noche del pasado octubre en una pequeña localidad castellana. Al menos no lo recuerda, lo cual en su caso no es decir gran cosa.

Su concierto, que ponía el punto y coma al V Festival de Jazz de Villaconejos, a punto (valga la redundancia) estuvo de ser cancelado. Motivo: uno de los espectadores no estaba escuchándole, algo que el denunciante tiene "contraindicado psicológicamente" por prescripción de su psiquiatra. Así consta en la hoja de reclamación cumplimentada en el lugar de los hechos, en una pintada realizada en la fachada del Ayuntamiento y en todas y cada una de las entradas del blog de Barry desde hace ya casi un mes.

Es que la que se formó fue de cágate lorito, con la presencia de dos números de la Guardia Civil incluida. En concreto el siete y el doce. Medió hasta el requerimiento del munícipe de la ciudad, que casualmente no se encontraba en el puticlub, ya que su jaca favorita es aficionada al champán, la coca y a la música de Barry, y no necesariamente por ese orden. Uno de los uniformados, tal vez sobrado de conocimientos sobre la materia, tal vez sobrado de alcohol en la sangre, sometió la música de Fochs a una suerte de juicio sumarísimo. Lo más sorprendente fue que se llegó a una conclusión. Por otra parte, ésta fue coincidente con la del denunciado: la música del saxofonista no se podía escuchar. Tocaba demasiado bajo. O eso o no tocaba en absoluto, ya que con el pedo que llevaba en raras ocasiones era capaz de hacer coincidir en el mismo tiempo y lugar la boquilla del saxo y su boca.

Así que ni pa ti ni pa mí.

La sesión se fue así en un ir y venir de los implicados, ante el estupor del público asistente, que a duras penas podían explicarse el espectáculo que se les ofrecía, más próximo a una tertulia de Ana Rosa que a un concierto de jazz. "Yo creía haberlo escuchado todo", declaró después un espectador, "pero es obvio que estaba equivocado, el jodido saxo no se podía escuchar. ¡Y arriba la Esteban!”

Superada su "crisis de histeria", Fochs decidió tomarse el incidente con filosofía. Con filosofía nihilista, claro: "Estos jodidos paletos no están preparados para mi música", se le escuchó decir entre dientes camino de comisaría. “Tal vez debería matarlos a todos con un haz de ondas subsónicas”.

El hecho resulta tanto más notable cuanto que, en las noches precedentes del festival, se habían escuchado otras propuestas tanto o más jazzísticamente perturbadoras que la de Fochs, si es que puede hablarse en tales términos, como la interpretación de la disección de una lombriz a cargo de Mental Primitives, la Brigada Bravo y Díaz y sus cuatreras chuponas, el trío de baterías de coche Daniel Humoair y Ramón López Moncho y su acordeón invisible.

Jack Perruack

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